Los tintos con crianza son aquellos que han permanecido un tiempo determinado madurando en contacto con madera, botella o depósitos. Pueden estar etiquetados como genéricos o lucir las categorías clásicas de Crianza, Reserva o Gran Reserva.

En España, el consejo regulador de cada denominación de origen estipula los tiempos de crianza en roble y en botella que un vino debe cumplir para tener la calificación de Crianza, Reserva o Gran Reserva. Otras bodegas renuncian a etiquetar con estas categorías clásicas y comercializan sus vinos como genéricos; abogan así por una mayor libertad, de modo que los tiempos de crianza sean flexibles en función de las características de cada añada.

1. La crianza en roble

Con la crianza en roble -barricas, fudres, tinos y otros formatos- el vino se beneficia de una serie de transformaciones. Estos cambios dependen de factores como el tipo de roble, la edad de las barricas (nuevas, usadas) o tipo de tostado (suave, fuerte). Estos son los cambios que se producen en el vino durante su contacto con la madera:

  • Mayor limpidez por la precipitación de la materia colorante a lo largo del proceso de crianza.
  • La madera aporta complejidad y riqueza al abanico aromático. Es importante modular los tiempos de crianza y la edad de la barrica para conseguir un buen equilibrio entre los aromas de la fruta y los aportados por el roble.
  • Un vino criado en madera es más tánico y tiene mayor estructura, puesto que a la carga tánica procedente de la uva hay que sumar el aporte que se produce por parte de la madera de roble durante el tiempo que permanecen juntos.
  • Normalmente los vinos con crianza en madera tienen una vida más larga, ya que las barricas les aportan antioxidantes buenos para envejecer.
  • La crianza del vino en roble permite la microoxigenación: el oxígeno pasa a través de los poros del roble, fijando los antocianos con los taninos del vino y estabilizando el color.

APORTACIONES DEL ROBLE AMERCIANO vs ROBLE FRANCÉS

Las bodegas trabajan generalmente con roble americano y/o francés. Cada tipo de roble hace unas aportaciones al vino.

  • Roble americano. Los aromas más identificativos de los tintos criados en roble americano son el coco y la vainilla. El roble americano tiene más taninos y da vinos dulces y con una textura más grasa (volumen).
  • Roble francés. Esta madera transfiere sus cualidades al vino de manera más lenta, así que la crianza es generalmente más larga. Confiere aromas más sutiles y especiados: avellana, miel, vainilla, pan tostado… Y una textura más suave.

2. La crianza en botella

Una vez concluida la crianza en roble, los vinos se sacan de las barricas. Es entonces cuando la bodega realiza los ensamblajes (mezclas). Después, los vinos se clarifican o filtran -si así lo decide la bodega- y se embotellan. Los vinos embotellados se trasladan a los botelleros, donde descansan en posición horizontal y realizan una segunda crianza.

Siempre que haya una crianza en roble se requiere una crianza en botella, ya que en esta fase reductora (en ausencia de oxígeno) el vino se va afinando y armonizando en boca. Además, con la crianza en botella se enriquecen los aromas debido a las reacciones lentas que siguen produciéndose entre los diversos componentes del vino, y se consigue el ‘bouquet de reducción’: aromas que evocan al cuero, sotobosque, trufas, etc.