Es una de las uvas blancas más cultivadas del mundo, pero sus vinos muestran diferentes matices dependiendo de la zona de la que procedan. Así es la riesling, compleja y llena de sabor e intensidad.
Los amantes de los vinos blancos tienen la uva riesling bien localizada. Esta variedad, aromática y capaz de reflejar el terreno en el que se ha formado como ninguna otra, es muy valorada no solo en Europa, de donde procede, también en otros rincones del mundo.
La uva riesling es originaria de Alemania, concretamente del valle del Rin, y es allí donde se sigue produciendo hoy en día. Concretamente, en las regiones de Pzlaf, Mosel y Rheingau. Situadas muy cerca unas de otras, las variaciones en el clima hacen que, sin embargo, la morfología de sus vinos cambie de una zona a otra.
Así en Mosel, situado más al norte, con el clima más frío se producen vinos con menos cuerpo que en la zona de Pzalf, situada más al sur, donde se producen otros un poco más secos y con más estructura.
Los Riesling en Alemania
Como hemos dicho, Alemania se precia de ser el origen de la uva riesling y, como tal, sus viticultores trabajan con ella para obtener vinos que luego se exportarán a todo el mundo bajo sus propios sellos. Porque en tierras alemanas tienen una clasificación particular. Así, si en otros lugares los vinos se clasifican por la mezcla de sus uvas o por su tiempo de permanencia en barrica, los Riesling alemanes lo hacen por su dulzor.
De modo que si te preguntas a qué sabe el vino riesling, debes fijarte en el calificativo de su etiqueta. Se establecen tres categorías que van de menos dulzor a más: Kabinett, Spätlese y Auslese. Y, además, hay otras dos categorías que recogen aquellos vinos creados a partir de uvas afectadas por la botrytis, que son la Beerenauslese (vendimia de granos seleccionados) y Trockenbeerenauslese (vendimia de granos secados seleccionados) y que suponen el máximo exponente de dulzor en estos vinos.
La Riesling en el mundo
Alemania mantiene su tradición en riesling, pero no es el único país europeo que tiene producción de vinos con esta uva. Sus vecinos austríacos también tienen algunas etiquetas con ella y los franceses también tienen vides de esta variedad en una zona muy cercana a su frontera con Alemania.
Alsacia es el centro de los riesling franceses, y de hecho, parece que los galos lo hacen con buen tino, porque algunas de sus bodegas son más que reconocidas, como es el caso de Trimbach, una familia de bodegueros que lleva más de diez décadas elaborando vinos con esta uva.
Fuera de Europa hay viticultores que han probado suerte con esta uva, concretamente en las antípodas. Y ha surtido efecto, porque Australia y Nueva Zelanda tienen una gran producción. Aunque estos vinos tienen toques a frutas de hueso y son más secos que la versión europea.
Los vinos de hielo, una elaboración curiosa
Además de los clásicos procesos de vinificación, la riesling es una de esas uvas que puede someterse a dos procesos curiosos para la elaboración de vinos un tanto especiales. Uno de ellos es la botrytis, de la que hemos hablado antes. Este proceso, también conocido como podredumbre noble, consiste en dejar que un hongo actúe total o parciamente sobre las uvas y luego vendimiarlas, y da como resultado vinos dulces.
La otra técnica es la que da como resultado los llamados eiswein o vinos de hielo. Esto, como sugiere su nombre, consiste en dejar madurar la uva y recogerla tras la primera helada, dejando que el grano se hiele. Dada la necesidad de unas determinadas condiciones climáticas, y lo exigente de su vendimia, no todas las uvas ni todos los viticultores pueden utilizar esta técnica. Tampoco todas las uvas pueden ser sometidas a ella, pero la riesling es una de las que habitualmente se utiliza para unos vinos que son de lo más valorados.