Vamos a repasar los diferentes tamaños y formas de botella que existen en el mundo del vino. El tamaño estándar internacional de la botella de vino es de 75 cl, es decir, tres cuartos de litro. Pero también encontramos botellas con capacidades mayores y menores.

Por debajo, están las botellas de 37,5 cl y de 50 cl, ideales si estamos solos o bebemos poco, ya que, con este reducido formato no daremos pie a que sobre vino y se oxide. Los vinos dulces emplean habitualmente el formato de 50 cl.

Formatos superiores:

  • Las botellas de litro han caído en desuso, y se emplean casi exclusivamente para vinos de mesa.
  • Mágnum: 1,5 litros, es decir, el doble de la botella estándar. Es el más común entre los formatos superiores al normal.
  • Doble Mágnum, de 3 litoros, es decir, el equivalente a 4 botellas.
  • Jeroboam, de 4,5 l.
  • Matusalem con 6 litros (también llamado Imperial)
  • Nabucodonosor, de 15 l.

En algunas de las grandes regiones vinícolas del mundo, cambian los nombres que se dan a las diferentes botellas. Por ejemplo, en Champagne (Francia) y Oporto (Portugal), la botella Jeroboam tiene una capacidad de 3 litros, en lugar de 4,5 l.

No sólo es cuestión de cantidad

Además de la cantidad de vino que guardan, los diferentes formatos tienen otra razón de ser: el tamaño de la botella afecta al envejecimiento del vino. Así, cuanto mayor sea el formato, más lento evoluciona el vino.

Te lo explicamos. Según cuál sea el tamaño de la botella, la proporción oxígeno-líquido varía, lógicamente. Cuanto más grande es la botella, más pequeña es la proporción de oxígeno con relación al volumen de vino. Y esto provoca que el vino evolucione –o envejezca- de forma más lenta, y por tanto, que tenga una vida más larga. Por eso, muchos aficionados consideran que el mágnum es el formato ideal para conservar varios años en casa los tintos con crianza.